Chile: el plebiscito no trajo paz, validó la violencia

La consulta popular dio poder político a quienes han desestabilizado, saqueado y destruido el país durante los últimos 13 meses.

Desde que empezaron a soplar las «brisas bolivarianas» en octubre del 2019 la violencia en Chile es constante. Lo que empezó como una protesta, desencadenó en vandalismo y finalmente en una insurrección que exigió una reforma de la Constitución.

Un año después, lo lograron: los chilenos votaron mayoritariamente a favor de modificar la Carta Magna. Pero la violencia no se ha extinguido, sino que se ha intensificado. Ya desde la noche previa al plebiscito se reanudaron los incendios de iglesias. Y las llamas llegan hasta el sur del país, en Temuco. La noche del 26 de noviembre se quemaron viviendas en la Araucanía. Según informa BiobioChile, los incendiarios redujeron a dos guardias, les robaron sus pertenencias y procedieron a incendiar de manera casi simultánea dos inmuebles. Los bomberos no pudieron actuar de inmediato, pues frente al sonido de disparos, resolvieron esperar a la policía local, los llamados Carabineros.

El accionar violento demuestra que el plebiscito no trajo paz sino que en todo caso validó la violencia, pues le dio poder político a quienes han desestabilizado, saqueado y destruido Chile durante los últimos 13 meses.

¿La violencia en Chile ha disminuido con el plebiscito?
Para nada, si bien los actos asociados al proceso insurreccional no están tan concentrados territorialmente como se dieron previo al plebiscito. Ahora los rayados y la destrucción del mobiliario público o privado en forma dispersa siguen siendo una realidad de saturación y copamiento de los espacios. Ha habido casos de saqueos a grandes tiendas, y en la capital del país -donde se concentra una gran parte de los hechos descritos- la estrategia insurreccional -al momento con menos masividad- hoy está dada por la presión territorial en distintos puntos focales para intentar asaltar el Palacio de Gobierno, lo cual devela un escalamiento del proceso que vuelve a tomar una petición de los orígenes de la insurrección de octubre: buscar la salida de la autoridad máxima electa democráticamente. Y en eso la oposición está coordinada llamando a romper los esquemas de los tiempos que establece nuestra democracia liberal, adelantando las elecciones presidenciales de noviembre del año 2021 a abril del mismo año, donde se elegirán los miembros de la convención constitucional.

¿Incide la liberación de los presos en el auge de la violencia?
Eso es un caso fundamental de estudio. Supondremos que los organismos encargados tendrán que velar por evaluar si las decisiones tomadas fueron las adecuadas o no. Sin embargo, considero sumamente cuestionable haber liberado cerca de un tercio de los internos que estaban en prisión, entre los meses de marzo y mayo, con la excusa del coronavirus bajo los dictámenes de la ONU. Hemos tenido casos de reincidencia y por otro lado una gran mayoría de los terroristas que destruyeron Chile desde octubre de 2019 ni siquiera han sido detectados o puestos en prisión como correspondería en cualquier estado de derecho que funciona. Lo preocupante de lo anterior es que día a día seguimos recibiendo noticias sobre artefactos explosivos, incendios, tráfico de armas y de drogas, mientras los políticos -dado que se acercan las elecciones- hacen caso omiso a todo lo que implique combatir con decisión estas fuerzas del mal.

¿Crees que hubo gente que votó a favor del plebiscito para poner fin a la violencia? 
Absolutamente, la prensa fue cómplice de ello en su agenda de lavado de cerebros de la población. Bien se sabe que los chilenos en su gran mayoría ni siquiera conocían los aspectos de la constitución, sin embargo, para cesar toda esta crisis que estamos viviendo como república y recuperar nuestra normalidad, las personas optaron por votar por dicha alternativa, la que no trajo ni paz ni certidumbre. Al contrario, el proceso de demolición institucional por parte de la izquierda con la complicidad de parte de la centroderecha sigue su curso. Recordemos que recién después de un año los partidos tradicionales de centroderecha están calificando la situación actual como un golpe de estado de guante blanco o posmoderno. Creo firmemente, como dijo recientemente el diputado Eduardo Bolsonaro en el seminario de Fundación Disenso, que es sumamente necesario tener una agenda cultural de largo plazo, coordinada en la iberosfera para enfrentar a la izquierda que pretende el control total.

¿La violencia vivida podría cambiar la tendencia en la reforma constitucional?
Es muy complejo vaticinar resultados favorables a todo este proceso. Si se analiza en perspectiva este proceso histórico de degradación política y moral, los escenarios posibles invocan a tener disputas serias en la gobernanza del país si los partidos políticos del Frente Amplio y el Partido Comunista de Chile (adherentes del Foro Sao Paulo y el Grupo de Puebla) continúan instalando la agenda política de desestabilización bajo la complicidad de los medios de comunicación hegemónicos locales. Como he dicho en otras oportunidades, no podemos esperar mejoras si todos los aparatos ideológicos del estado siguen tratando como demócratas a los totalitarios de siempre y sin una nueva derecha, la contrahegemonía será imposible.

Fuente: panampost.com