El obispo de Puerto Rico, que fue destituido por el Papa, rompe su silencio: «Todavía siento la misma perplejidad»

Hoy se cumple un año de la destitución de monseñor Daniel Fernández como obispo de Arecibo, en Puerto Rico.

El pasado 9 de marzo del 2022 la Santa Sede hizo público que «el Santo Padre relevó a SE Mons. Daniel Fernández Torres del cuidado pastoral de la Diócesis de Arecibo (Puerto Rico) y nombró Administrador Apostólico ad nutum Sanctae Sedis de la misma Diócesis a SE Mons. Álvaro Corrada del Río, SI, Obispo Emérito de Mayagüez».

La noticia de la destitución de Monseñor Fernández, de 57 años, dio la vuelta al mundo. En España, incluso la prensa generalista se hizo eco de la arbitraria destitución de este obispo por parte del Santo Padre. El obispo de Arecibo fue destituido por «falta de comunión con el resto de obispos» apuntaron fuentes cercanas al caso.

Según publicó ACI Prensa, «Mons. Daniel Fernández Torres ha sido la voz más crítica en la Iglesia en Puerto Rico contra la ideología de género, exigiendo en 2020 a Pedro Pierluisi, actual gobernador de la isla, que frene la imposición de esta agenda». «En 2021, Mons. Fernández Torres advirtió que la imposición de la ideología de género es una “persecución religiosa” y un atropello al derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo a sus convicciones».

A monseñor Fernández Torres también le colocaron en la diana cuando se negó a firmar un comunicado conjunto de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña que aseguraba que “hay un deber de vacunarse y que no vemos cómo pueda invocarse una objeción de conciencia desde la moral católica”.

Reacción del obispo a su destitución

«Al reaccionar a lo acontecido me siento bienaventurado por sufrir persecución y calumnia (cf Mt 5, 10-11) por anunciar la verdad de la dignidad del hombre en unas circunstancias como las actuales en las que «resulta incómodo: se opone a nuestras acciones…” (Sab 2, 12). Hoy puedo tener la frente en alto y aún siendo imperfecto y pecador, saber que he hecho lo correcto y eso me da mucha paz interior. Me conforta además el significado en hebreo del nombre Daniel, que providencialmente recibí en mi bautismo, ‘Dios es mi juez’», dijo el obispo en un comunicado hace un año.

Monseñor Fernández afirmó que «lamento mucho que en la Iglesia donde se predica tanto la misericordia, en la práctica algunos carezcan de un mínimo sentido de la justicia. A mí no se me ha hecho ningún proceso, ni se me ha acusado formalmente de nada y sencillamente un día el Delegado Apostólico me comunica verbalmente que de Roma se me pedía la renuncia. Se sustituye ahora a un sucesor de los apóstoles sin emprender ni siquiera lo que sería un proceso canónico deberoso para destituir a un párroco».

«Se me informó que no había cometido ningún delito pero que supuestamente “no había sido obediente al Papa ni había tenido la suficiente comunión con mis hermanos obispos de Puerto Rico”. Se me sugirió que si presentaba la renuncia a la diócesis quedaría al servicio de la Iglesia por si en algún momento me necesitaban en algún otro cargo; oferta que de hecho demuestra mi inocencia. Sin embargo, no renuncié porque no quise hacerme cómplice de una acción del todo injusta y que aún ahora me resisto a pensar que pueda ocurrir en nuestra Iglesia», detalló el ex obispo de Arecibo.

Nuevo comunicado un año después de su destitución

En este agrio aniversario para monseñor Daniel Fernández, a nuestra redacción ha llegado un comunicado del obispo con motivo de esta fecha tan relevante para él.

Hasta este momento, el destituido obispo de Arecibo ha guardado un escrupuloso silencio sobre su situación. A pesar de todo, fuentes próximas a Daniel Fernández destacan como el obispo ante la adversidad se ha sumergido en la oración mostrando una gran confianza en Dios a pesar de no entender ni comprender lo ocurrido.

Reproducimos el comunicado completo de monseñor Daniel Fernández en el aniversario de su destitución como obispo de Arecibo:

9 de marzo de 2023

A mis hermanos y amigos que me han acompañado espiritualmente durante el pasado año:

“…Como un tejedor, devanaba yo mi vida y me cortan la trama” (Is 38, 12). A un año de haber sido “removido” de mi servicio pastoral como obispo de mi amada diócesis de Arecibo, Puerto Rico, comparto una breve reflexión con todos aquellos que me han estado acompañando espiritualmente.

Todavía siento la misma perplejidad que sentí cuando sorpresivamente se me pidió la renuncia y cuando, de modo atropellado, se ejecutó la remoción. Cumplido un año, reafirmo exactamente las mismas palabras del comunicado que hice público el 9 de marzo de 2022. En este tiempo he descubierto el sentido de ser testigo de las bienaventuranzas más que predicarlas. Al mismo tiempo, puedo compartir con ustedes
algún pensamiento que ha ido fraguándose en mi interior en los pasados doce meses.

Constantemente han venido a mi memoria unas palabras de lo que se conoce como el Cántico de Ezequías (Is 38, 10-14. 17-20), que rezamos en la Liturgia de las Horas, y que he citado al comienzo de esta comunicación. Cuando en el año 1990 entré al Seminario lo hice lleno de ilusión y convencido de que Dios me llamó a servirle a la Iglesia por el resto de mi vida. Pero de pronto…”me cortan la trama” y quedo “removido”. De ahí que pueda hacer mías esas palabras del Cántico y que San Juan Pablo II magistralmente comentaba en una de sus Catequesis (Audiencia general del miércoles 27 de febrero de 2002). Decía él, refiriéndose al Cántico del rey Ezequías: “La vida humana es descrita con el símbolo, típico entre los nómadas, de la tienda: somos siempre peregrinos y huéspedes en la tierra. También se recurre a la
imagen de la tela, que es tejida y puede quedar incompleta cuando se corta la trama y el trabajo se interrumpe (cf. Is 38,12)”.

Sobre esa realidad nos decía San Juan Pablo II: “El Señor no queda indiferente ante las lágrimas del que sufre y, aunque sea por sendas que no siempre coinciden con las de nuestras expectativas, responde, consuela y salva. Es lo que Ezequías proclama al final, invitando a todos a esperar, a orar, a tener confianza, con la certeza de que Dios no abandona a sus criaturas…”. Esa es mi invitación a todos los que me han acompañado en el dolor por la Iglesia que sufre escandalizada por algunos acontecimientos actuales, incluyendo el atropello personal desde el cual procuro seguir sirviéndola: esperar, orar y confiar.

El Papa Juan Pablo II concluye su Catequesis citando a San Bernardo que “aplicando a la vida de cada uno el drama vivido por el rey de Judá e interiorizando su contenido, escribe entre otras cosas: «Bendeciré al Señor en todo tiempo, es decir, de la mañana a la noche, como he aprendido a hacer, y no como los que te alaban cuando les haces bien, ni como los que creen durante cierto tiempo, pero en la hora de la tentación sucumben; al contrario, como los santos, diré: Si de la mano de Dios hemos recibido el bien, ¿por qué no debemos también aceptar el mal? (…) Así, estos dos momentos del día serán un tiempo de servicio a Dios, pues en la tarde habrá llanto, y en la mañana alegría. Me sumergiré en el dolor por la tarde para poder gozar de la alegría por la mañana»”.

Con esta sencilla reflexión quiero expresar mi agradecimiento a Dios y a todos los que han orado por mí y me han expresado su apoyo y cercanía durante este tiempo y que han sido tantos. Todo eso lo he recibido convencido de que son inmerecidos consuelos divinos.

+Daniel Fernández Torres

Fuente: infovaticana.com