Obispo Juan Ignacio González entrega Carta Pastoral sobre la educación sexual.

“Éste es un tema muy importante para cualquier familia y en el magisterio de la Iglesia ha existido siempre la convicción de la relevancia de enseñarlo”, señaló el administrador apostólico de Rancagua.

Monseñor, esta semana usted dio a conocer la Carta Pastoral “La educación sexual en el Magisterio de la Iglesia”, ¿Qué lo motivó a escribir este documento?

Éste es un tema muy importante para cualquier familia y en el magisterio de la Iglesia ha existido siempre la convicción de que es un tema relevante de enseñarlo, pero actualmente hay un proyecto de ley en la Cámara de Diputados, mediante el cual se está  intentando aprobar un programa de educación sobre la sexualidad y la afectividad para que todos los establecimientos educacionales, partiendo incluso desde la pre-básica impartan una enseñanza sobre estas temáticas y, si bien, esto -como digo en la Carta Pastoral- no es en sí mismo reprochable, existen muchas dudas, especialmente de los padres que quieren darle una formación cristiana de educación sexual a sus hijos, pues tiene que ser bajo la antropología y la visión del hombre y mujer propia de la fe católica; y la realidad muestra que muchas veces las cosas que se están enseñando en los colegios sobre este tema, difiere mucho de lo que los padres quisieran que se les enseñara.  En ese sentido, en la Carta Pastoral explico qué es lo que piensa la Iglesia frente a este tema: “la Iglesia no se opone a la educación en la sexualidad verdadera”.

Monseñor, en ese sentido, ¿Cómo se entiende la educación sexual desde el magisterio de la Iglesia?

                     Siempre ha habido bastante claridad de que es necesaria la educación en la sexualidad, pero las confusiones se producen cuando se cree que la educación sexual se refiere a una serie de conocimientos de la sexualidad y se reduce a la genitalidad y a los aspectos biológicos, y no se consideran aspectos antropológicos, que en el caso de la fe cristiana supone dos cosas importantísimas: una, la gracia de Dios, ya que sin ella nadie es capaz de vivir la virtud de la castidad y la santa pureza; y la segunda, es que los padres no pueden dejar este tema en manos de los educadores, sin conocer con claridad qué se va a enseñar, quién lo va a enseñar.

En ese sentido, no hay una oposición de la Iglesia a la enseñanza de la sexualidad, sino que resalta la necesidad y primacía de los padres en el deber de educar de sexualidad a los hijos. La Iglesia siempre ha hablado de una educación sexual positiva y prudente de acuerdo a la edad y desarrollo de los niños y que debe tener como fuente fundamental la enseñanza cristiana y las virtudes cristianas que apoyan la parte esencial de la vida de un joven.

Monseñor, ¿Cuál es su llamado a los padres y a los establecimientos educacionales?

Según las normas actuales del Ministerio de Educación debe haber un programa de educación sexual. Entonces, lo que pide la Iglesia es que los padres de familia no deleguen esta responsabilidad a los establecimientos educacionales. En la Carta Pastoral resalto lo que nos dice el Papa Francisco en la exhortación apostólica Amoris Laetitia: “La educación sexual brinda información, pero sin olvidar que los niños y los jóvenes no han alcanzado una madurez plena”. Es decir, que las cosas deben hacerse conforme a la realidad de la evaluación sicológica de los niños y no puede transformarse en “una invitación a cuidarse”, señala el Papa Francisco. Entonces, lo que hay que hacer es que los padres de todos los colegios se interesen en saber qué están enseñando a sus hijos y si están de acuerdo con lo que les enseñan. Para ello, hay dos caminos: uno, preguntar qué les están enseñando; y lo segundo, hacer un acuerdo entre padres, apoderados y colegio acerca de qué se va a enseñar. El Papa dice: “El sexo es un don de Dios. No es el ‘cuco’ (un monstruo con el que asustar). Es el don de Dios para amar. Que algunos lo usen para ganar plata o explotar a otros, es otro problema. Pero hay que dar educación sexual, objetiva, tal y como es, esto es, que “tiene que estar libre de colonizaciones ideológicas porque estas “destruyen a la persona”.

Fuente: elrancaguino.cl