Desmistificando la revolución molecular de Deleuze-Guattari en Chile

Chile, en el año pasado fue uno de los países de la región que sufrió con mayor violencia estas acciones denominada, por algunos, como revolución, levantamiento o guerra molecular, llegando a producirse una inestabilidad política que no era propia del proceso chileno.

Sin embargo, los presupuestos y singularidades de este tipo de conflicto se confunden con los procesos subversivos o levantamientos populares que hemos conocido. Por lo anterior, el presente trabajo pretende profundizar en este concepto para sacar a la luz sus deficiencias e imprecisiones, dado que últimamente esta muy en boga y bajo su amparo teórico se trata de comprehender complejos procesos políticos y sociales.

Globalmente los conflictos internos actuales no es posible compararlos con los ocurridos en la región en los últimos sesenta años, ya que hay una divisoria fundamental. Por una parte, los que obedecieron a una crisis política por ineptitud de los gobernantes civiles, como los casos de Venezuela, Colombia y Ecuador. Por otra, los que fueron parte de la lógica de la guerra fría, mucho más ideológicos y cruentos, como los casos de Argentina, Bolivia, Chile y Uruguay. Paraguay y Perú quedan en una situación especial. En todos estos países, los conflictos se enfrentaron con una lógica militar, la que hoy seria estéril.

Actualmente, la situación no es la misma, puesto que las características propias de una modernidad tipificada como liquida, con población empoderada, conectada por redes sociales, de liderazgos múltiples, diversificada en sus demandas y que rechaza a la política, complementada con grupos violentos y anárquicos, conforman un colectivo que costaría asimilarlo con los rebeldes cubanos, guerrilleros centroamericanos o subversivos propios de hace cincuenta años. Se observa, una nueva versión subversiva, fundamentalmente urbana, mucho más difícil de enfrentar por los Estados que la sufren.

Desde los años noventa han proliferado los trabajos e ideas sobre los nuevos tipos de conflictos que se observaban en el mundo. Fueron destacados autores que nos mostraron lo que se comenzaba a vivir en la realidad. Algunos ejemplos son el general ingles Rupert Smith que nos indicó la llamada guerra entre la gente producto de su experiencia de guerra. Van Creveld escribió sobre la muerte de la triada clausetwiziana, William Lind anunció las guerras de cuarta generación. Desde Francia el general Eric de la Maisonneuve había publicado la “violencia que viene”. Desde China apareció la “Guerra sin restricciones”, de los autores chinos Qiao Liang y Wang Xiangsui que dio bastante que hablar en su momento. En fin, fueron muchos quienes dedicaron su tiempo y esfuerzo a desentrañar los que sucedía en los conflictos.

Todos los autores anteriores y otro más, se refirieron a este tipo movimientos subversivos internos con variadas denominaciones, tales como asimétricos, complejos, de nuevo tipo o de tal o cual generación.

Precisamente, ante este escenario estratégico, los EEUU, en el año 2000, anunciaron la llamada transformación militar como proyecto de Bush y Rumsfeld. Este proceso orientado a reformar el aparato militar norteamericano investigó y profundizó “in extenso” en los distintos conflictos que podrían emerger en el mundo, constatando que todos los tipos se combinan.

En el contexto actual de este tipo de conflictos y de sociedad liquida, algunos académicos y analistas han reeditado la llamada “revolución molecular”, propuesta por el psicoanalista francés Felix Guattari en los años 70. Guattari junto a su colega y notable intelectual postestructuralista Gilles Deleuze, establecen un constructo teórico distinto, complejo y muy confrontado con la sociedad capitalista. Lo anterior, porque esta tipología revolucionaria no se da en función de dos bandos, como en la guerra fría, sino por su surgimiento desde las bases ciudadanas, muchas veces menoscabadas, indignadas, frustradas y sin un liderazgo definido, identificable y único. Como en el judo, intenta obtener logros aprovechando la fuerza o inacción de su enemigo, que es el Estado capitalista2.

La idea expuesta de estos dos intelectuales franceses, se centra en complejos análisis psicológicos y metafísicos que no es fácil “aterrizar” en la realidad de la protesta callejera. Detrás de sus conceptos están, al menos, Freud, Nietzsche, Heidegger y Spinoza. Incluso, hay que llevar a cabo un cierto esfuerzo y, hasta una cierta voluntad, para interpretar los vínculos conceptuales con los hechos que observamos como protestas y levantamientos sociales.

Como podemos comprobar a lo largo de la historia, los intelectuales de ciencias sociales por definición construyen una teoría o interpretación sobre hechos que vienen ocurriendo, pero no son ellos los que” crean” los hechos sociales. Esto se puede asimilar al descubrimiento por parte de Galileo de las lunas de Júpiter las que ya estaban allí, por millones de años, pero el notable Galileo, las evidenció y las trajo a nuestro conocimiento.

En suma, tener una clara percepción de lo que ocurre, ayuda mucho a tener éxito en ciencias sociales para anticipar acontecimientos que se están gestando.

No es fácil explicar los conceptos de Deleuze y Guattari en pocas líneas como este articulo requiere, pero se puede afirmar que esta teoría se orienta a una emancipación del individuo del sistema capitalista que lo “aprisiona” en la sociedad actual. Más aun, exegetas de los autores, ya que ambos intelectuales están fallecidos, expresan que esta emancipación es una suerte de “escape”, pero pacífico y no violento, del sistema capitalista.

Deleuze reemplaza la relación sujeto y objeto por tierra y territorio. De allí surge el concepto de “desterritorialización”. Junto a ello, se proponen los conceptos de “líneas de fuga” que permiten desterritorializar y los “agenciamientos” que son una especie de entornos que se forman después de la fuga, como unidad mínima de realidad. El territorio tradicional (virtual o real) se va destruyendo y, según los autores, el ser humano vive siempre en una desterritorialización ya sea cultural, tecnológica, de producción o de otro tipo.

A nuestro juicio, el concepto central para entender esta propuesta molecular es entender la visión de árbol (arborescente) y rizoma en que se puede organizar un determinado sistema. El concepto de árbol es aceptar una realidad con raíz, tronco y copa del árbol en una especie de jerarquización orgánica inalterable. Deleuze expresa su crítica a lo arborescente así: “Nos plantean árboles en la cabeza: el de la vida, el del saber etc…todo el mundo reclama raíces. El poder del sometimiento, es siempre arborescente”. Para su reemplazo, proponen la realidad rizomática que es equivalente a un tallo que crece horizontal con diferentes brotes y raíces. Para aclarar desde una perspectiva botánica, encontramos a los rizomas en maleza o enredaderas. No es posible en la estructura de rizoma encontrar las raíces como lo es en un árbol. Desde esta idea se desprende lo molar y lo molecular. Lo molar es el concepto macroscópico e integrador que frena, absorbe y somete a la identidad. Un ejemplo de esto es el estado como lo conocemos. Lo molecular, en cambio, es microscópica, rizomática, nómada, autogenerada y en creación.

Por tanto, un estado molecular sería un devenir basado en una estructura con micropoderes que debieran aglutinarse, pero no integrarse en un todo ya que puede terminar en una estructura molar. Entre estos conceptos, se propone la llamada “máquina de guerra” que no es una estructura militar ni violenta según los autores. Es mas bien, la voluntad de escapar haciendo uso de la máxima creatividad desde lo molar a lo molecular y reorganizarse en una nueva territorialización, pero rizomática. Es metafóricamente una guerra contra el sistema capitalista.

Para estos autores, el “deseo” tiene una relevancia especial ya que mediante éste se puede engendrar el objeto final porque las necesidades surgen del deseo. En suma, el deseo es producir, es crear, es una potencia de producción. La crítica que ellos hacen al capitalismo es su condición de máquina social (política-económica) que organiza deseos, necesidades, carencias y otros. Los flujos deseantes surgen de esta maquina capitalista y es necesario desligarlos del objetivo de la mencionada maquina social puesto que ésta codifica en términos de cultura, religión, moral, creencias que se deben decodificar para pasar a la realidad molecular. Para ellos, mirando a la historia, el capitalismo “desterritorializó” lo original y lo decodifico en su favor.

Para mayor abundamiento diremos que los intelectuales franceses que mencionamos, afirman que el sistema capitalista es exterior al deseo y por ello, es una maquina social deseante construida molarmente desde la autoridad del poder y el sistema. Todo ello habría que romper y superar para dar paso a los propios deseos no determinados por una maquina social imperante.3

En resumen, la guerra molecular no acepta un liderazgo único y molar y su objetivo final es definitivamente liberarse del capitalismo. A cambio, no hay una oferta clara y digamos que cuando Deleuze se suicida, estaba trabajando en una descomunal obra sobre Marx, que sus más íntimos decían que iba a ser la gran obra sobre el nacido en Tréveris. Dada, la creatividad de Deleuze no hay duda de que, probablemente, este escrito podría haber sido la gran reinterpretación ideológica que tanto espera el marxismo después de su caída.

En los años noventa Hans Magnus Enzensberger, intelectual alemán de Friburgo y con estudios en la Sorbonne, se refiere a este tipo de acciones subversivas que han comenzado a proliferar como “guerra civil molecular” señalando que la violencia superó a la ideología y por ello no necesitan ni siquiera auto justificarse ideológicamente. 4

Asimismo, el intelectual alemán, que también es literato y poeta, apunta algo que es muy certero y comprobado cuando se refiere a la pugna entre las economías del siglo pasado: dice que el capitalismo es “proteico” porque es capaz de adaptarse a circunstancias muy cambiantes, lo que el socialismo no puede. El socialismo, resulta más estático y menos flexible como son los casos históricos que hemos conocido tales como Cuba y Corea del Norte. En cambio, el capitalismo puede coexistir con el régimen chino, aun llamado comunista o con el régimen de facto del general Pinochet. Tan cierto es lo que remarca Enzensberger, que el socialismo cuando intenta adaptarse, termina en la “tercera vía”, muy criticada a Blair por los más ortodoxos del socialismo ya que si bien no es capitalismo al menos “rima”.

Deleuze, en algún sentido comparte criterio con Enzensberger, ya que reconoce la plasticidad del capitalismo. Según Deleuze, el capitalismo posee una axiomática abstracta que se caracteriza por agregar siempre nuevos axiomas. 5

En el fondo, la pregunta que surge es: ¿Cómo podría prosperar la revolución molecular sin liderazgo y sin una propuesta especifica y concreta que la haga realista y sostenible? Esto lleva a sospechar a algunos de que se trata de un mero instrumento manejado momentáneamente por activistas y coordinadores bajo un supuesto ideológico con un liderazgo central aun oculto, que inevitablemente tendrá que aparecer finalmente para ordenar el proceso y ejercer el poder.

Por ello, puede que quienes participan de estas acciones no sepan nada de Deleuze, Guattari, Enzensberger o ninguno de los pensadores posmodernos y/o posestructuralistas y poco importa. Lo más seguro es que sea así. Por ahora solo podemos suponer que están aprovechando una situación que emerge, producto de las circunstancias muy propicias debido a la crisis de autoridad del Estado y a la impugnación que se hace de los aparatos policiales.

Es difícil confrontar desde el Estado esta subversión, sea molecular o no, que combina la violencia con las demandas pacíficas. Petrificado en la lógica binominal de la guerra fría, el Estado no está preparado para conflictos de este tipo. No es capaz de resolver conflictos varios, aparentemente espontáneos, difusos, inorgánicos, sin cabezas visibles, que agrupan anarquía, que rechazan a los partidos políticos revolucionarios, que integran movimientos sociales, juventud de distintos estratos, pero también lumpen y narcos. Habrá estado en el pensamiento de Deleuze y Guattari que en su emancipación del capitalismo también participaran narcos, terroristas o lumpen. Probablemente no.

La única forma de enfrentar una revolución de este tipo desde el Estado es con una organización inteligente, combinando microacciones vinculadas horizontalmente y especializadas en cada una de los antagonismos. No se trata de simples acciones coercitivas o de fuerza. Todo esto no es fácil ya que implica reformular aparatos estatales que, por definición, son pesados.

En suma, la llamada revolución molecular se da como un fenómeno nuevo ya que tiene mucha violencia, instrumentos modernos como las redes sociales para su convocatoria, dotada de acelerantes modernos y letales para causar incendios, pero legítimamente podríamos preguntarnos porque la revolución francesa no habría sido en su origen un tipo de revolución molecular también. O los inicios de la guerra de Viet Nam cuando aún era Indochina. Ambas, por cierto, anteriores al constructo de Deleuze y Guattari. ¿O acaso antes de que los intelectuales franceses propusieran esta metodología no existía organizarse en pequeños núcleos con propósitos subversivos? ¿no lo hacían los primeros cristianos?

Nuestra politología moderna tiene la tendencia a determinar un proceso y a concederle un nombre, es su función. Somos expertos en identificar, agrupar y definir los acontecimientos, pero omitimos con frecuencia lo más obvio, cual es decir que no es.

Siguiendo esa línea, varios analistas nos transmiten “que” es la revolución molecular, pero ninguno nos dice “que no es” la revolución molecular. Al final del día, puede ocurrir que todo levantamiento popular se le identifique como revolución molecular y que esa conceptualización basada en complejos anclajes psiquiátricos, psicológicos, filosóficos y anticapitalistas en realidad oculte frustración, indignación sin cauces ideológicos predefinidos y sin ninguna intención de alcanzar el poder. Un diagnostico equivocado, puede llevar a una identificación errónea de las causas y propósitos que motivan estos levantamientos y con ello, resultando muy improbable su solución.

Se deduce y lo dejo como una interrogante, ¿valdrá la pena atizar un levantamiento popular echando mano a complejas explicaciones metafísicas, sin soluciones concretas, sin organizar a las huestes y sin objetivos claros?. No será más fácil apelar a la simpleza de las carencias e injusticias políticas y sociales por causa de la corrupción y de los malos gobiernos.

No estamos afirmando la inexistencia de un levantamiento de tipo molecular ya que, en general, estos movimientos urbanos son celulares y ahora tipificados como moleculares. Basta leer el manual de Marighella (1969) para comprobar lo que señalamos. El punto es, que a nuestro modo de ver, en el caso nacional no se fundamentaría en Deleuze/Guattari ni menos lo lidera el Grupo de Puebla, simplemente porque no lo lidera centralizadamente nadie y a lo más lo podrá instigar o usufructuar.

Nuestro caso se acerca mas a la “molecularidad” de Enzensberger, aunque con reservas que explicaremos en otro artículo.

Por el momento, cuesta imaginar que sucedería si una “revolución molecular” se impone como la imaginaron sus autores con sus cualidades esenciales, esto es liberadora, tal vez antojadiza, con arrestos anárquicos, con libertad amplia de los individuos y alejada de toda dominación no solo capitalista, sino que también estatista. ¿En que podría diferenciarse a la anarquía? pues no mucho, porque el mismo Deleuze en una de sus frases conocidas expresa: “La anarquía y la unidad son una sola y misma cosa, no la unidad de lo uno, sino una extraña unidad que solo se reclama desde lo múltiple”.

Fuente: nuevopoder.cl