La transformación del Papa Francisco

Austen Ivereigh, autor del libro «El gran reformador. Francisco, retrato de un Papa radical», estuvo en Desde El Jardín para conversar acerca de los inicios del pontífice argentino, del celibato y de la crisis de la institución.

Cuando el cardenal Jorge Mario Bergoglio fue nombrado Papa Franciscoen 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI al pontificado, se esperaba un nueva era. Y lo fue. Por un tiempo. Sus primeras acciones lo hicieron ver como un revolucionario, como cuando se rehusó a usar el papamóvil y hasta llamaba por teléfono al quiosquero que le vendía el diario La Nación en Argentina, como cuenta Cristián Warnken en Desde el Jardín.

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Admirado por algunos dada su vertiente populista, la cual considera que el cambio en la Iglesia viene desde abajo, no pudo escapar de las críticas cuando declaró que la homosexualidad tuvo un alza al convetirse en una moda.

La visita del Papa Francisco a Chile en febrero de 2018 no resonó con el furor que muchos esperaron. Los casos de abuso sexual -y encubrimiento- contra menores en Chile fueron determinantes. De hecho, muchos seguidores de la Iglesia Católica se paralizaron frente a su respuesta de que «Osorno sufre por tonta», en virtud de la desacreditación por la corte judicial contra el obispado de la zona.

El Papa después admitiría un error. Se equivocó, como comenta Austen Ivereigh, el periodista inglés autor de El gran reformador (Ediciones B, 2015). Un ávido lector de sus escritos en su etapa como jesuita en los ochenta, el comentarista de asuntos públicos y políticos de la BBC define a Francisco como una especie de «genio espiritual» con una fuerte capacidad de liderazgo.

El autor, que realizó un doctorado sobre Iglesia y política en Argentina, cuenta que Bergoglio, hijo de inmigrantes italianos, siempre estuvo interesado en la política y en su capacidad para conseguir consensos. Por eso, «parte de su reforma es abrir la Iglesia al Espíritu Santo», señala en Desde El Jardín.

El santo pueblo fiel de Dios

Dentro de América del Sur se desarrollaron dos corrientes que el Papa considera que no son viables para la región. Por un lado, la teología de la liberación despertó un temor frente a la sobrepolitización de la Iglesia, mientras que la teología del pueblo nació en respuesta a la élite jesuita que potenció tanto el neoliberalismo como el marxismo radicalizado en América Latina.

«Ambas corrientes, según él, son de afuera y no son apropiadas para la cultura latinoamericana. La principal diferencia entre las teologías de la liberación es su visión de la historia. Para los teólogos del pueblo, la liberación tiene que venir desde su propia fuente la que era la época colonial barroca, [donde] se valorizaron muchos las tradiciones y la religiosidad popular. Y la teología de la liberación era más influenciada por la tradición europea», explica Ivereigh, quien fue asesor del cardenal inglés Cormac Murphy O’Connor.

Cuando el periodista se refiere a las situaciones de abuso por parte de Iglesia Católica en Chile, reconoce que Bergoglio tuvo un discernimiento incorrecto en su lectura del caso de Fernando Karadima. «Creo que se había involucrado emocionalmente con [el obispo Juan] Barros, lo veía como una víctima, como un chivo expiatorio de los otros obispos. Había comprado la idea de que las víctimas de Karadima acusaban a Barros por otros motivos y se dio cuenta de que estaba equivocado», explica Ivereigh.

Cree que la debilidad que tuvo el Papa en esta ocasión fue precisamente la cercanía que tiene con Chile, «por lo que él confiaba en su propio juicio. Lo que no había visto era la corrupción dentro de la Iglesia chilena», señala. Sin embargo, el autor insiste que «su grandeza es que vio que estaba equivocado, que fue fundamental en su liderazgo en la crisis de abuso. Chile le enseñó algo muy importante de la crisis. Cuando se trata de la corrupción, las políticas no son suficientes».

La transición

El periodista es partidario del cambio cuando admite que cree en la idea de que la institución debe morir para volver a nacer: «Es la conversión de la Iglesia que hace falta, la conversión de mentes y de corazones», explica. Esto se debe a que el sacerdocio que fue creado en primer lugar como un servicio a la humanidad fue corrompido, por lo tanto, lo que ocurre actualmente es una purificación contra el clericalismo, mientras se busca potenciar las iglesias locales.

Hoy surge la pregunta si es que existe la posibilidad de la eliminación del celibato en la institución, «donde se reprime lo sexual y la propia sombra», como dice Warknen.

«Creo que el celibato continuará, el mismo Papa habla de su importancia , él no va a acabar con esa tradición occidental», sostiene el periodista. Declara que esta práctica ha sido «muy buena para la Iglesia en general, porque es una forma de canalizar un amor desinteresado. Vivido bien, el celibato es sin duda una fuente de santidad y de servicio a la humanidad», responde.

La información es de: pauta.cl