Verdeliss: «Tener siete hijos es algo moderno, pero en España a partir del cuarto te tratan como si estuvieras loca»

Es una de las ‘influencers’ más importantes de España. Madre de siete hijos y empresaria textil, Verdeliss se sincera sobre cómo consigue sobrevivir a la presión de las redes y a la responsabilidad de criar a tantos niños.

Estefanía Unzo Ripoll (Pamplona, 1985) llega un poco tarde a nuestro encuentro en la cafetería de un hotel en el centro de Madrid. «Mi vida es de todo menos perfecta», asegura a modo de disculpa, como si hicieran falta las explicaciones. Verdeliss, como la conocen sus 1,3 millones de seguidores en Instagram, ha madrugado, ha dejado –junto a su marido Aritz– a sus siete hijos (entre 16 y 2 años) listos para el colegio, ha conducido desde Pamplona y se ha plantado antes de las 12.30 en Madrid –con un gran atasco de por medio– para realizar esta entrevista y trabajar en algunos proyectos propios.

Además de todo esto, una de las influencers españolas más importantes gestiona su propia la marca de ropa ecológica Green Corners. Ya más calmada, coge aire y mientras apura un refresco se sincera sobre su vida, atípica y extraordinaria a partes iguales.

¿No es oro todo lo que reluce en el mundo de las influencers?

Parece que son vidas idílicas y perfectas, pero, al menos en mi caso, es todo lo contrario. Es una vida un poco caótica, siempre voy tarde a todas partes, algo que se ha agravado según crecía mi número de hijos. Cada vez me demandan más atenciones, cada vez tengo más visitas al pediatra, más reuniones con los tutores, más cosas de la casa, actividades extraescolares, y a la vez llevo mi vida profesional. Es un trabajo que me da flexibilidad horaria, pero cada ratito libre, la cabeza la tengo en mil historias profesionales. La verdad es que cuesta tener una vida calmada, me noto acelerada y estresada, pero también siento que es solo un momento de mi vida. En el fondo lo agradezco, porque soy una persona muy activa que no puede estar quieta, sin hacer nada. Noto que necesito descansar, pero al mismo tiempo soy adicta a esta vorágine.

He visto en YouTube su vídeo Rutina matinal para ir al colegio con 7 hijos 100% real y me he agobiado, aunque a usted la he visto muy relajada…

[Risas] Mira, hay que relativizar. Yo te aseguro que me agobiaba más con un hijo que con siete. Porque ahí me sentía muy novata, estaba llena de inseguridades, me preocupaba por todo, era muy estricta con los horarios… Cuando tienes siete no pasa nada si hoy uno no se ha duchado, no pasa nada si tienen algunos mocos, ya veremos si evoluciona a algo más importante… Ya no invierto tanto desgaste mental en estas preocupaciones. También es verdad que al ser siete la convivencia es casi una cooperativa. Entre ellos se ayudan y todo fluye porque entre ellos se entienden. Es algo innato y son muy autónomos. Yo no quiero que los mayores cuiden de los pequeños, para eso estamos los padres y para eso los hemos tenido. Pero sí es bonito ver cómo se quieren y cómo aprenden los unos de los otros. Los profesores siempre insisten en que son niños muy autónomos.

¿Siempre quiso tener una familia numerosa?

Cuando has tenido una buena experiencia siendo niña procuras aplicarla en tus hijos también. Yo vengo de una familia muy numerosa: somos siete hermanos. Hoy en día, ellos son lo mejor que tengo: son el apoyo, la ayuda desinteresada, el mejor consejo… En la familia de mi marido son cinco hermanos. Tener esta familia que tengo siempre fue mi deseo, pero tal y como está la sociedad hoy en día no pensé que podría cumplirlo.

¿Ha tenido la religión algo que ver a la hora de cumplir su deseo de tener una familia numerosa?

No, la religión no tiene ninguna relación con el número de hijos que tenemos. Nuestra familia es fruto de una convicción de felicidad.

¿Cómo consiguió cumplir este sueño tan atípico?

Los comienzos fueron muy difíciles. Fui una madre muy joven. Con mi primer hijo vivíamos en Madrid, con pocos recursos económicos, sin ayuda de la familia… Conozco desde mis propias entrañas lo que es una situación crítica cuando eres madre. Yo era camarera y cuando me quedé embarazada perdí mi trabajo. Misteriosamente, aunque estaban muy contentos conmigo, al comunicar mi embarazo finalizó mi contrato. No teníamos dinero para pagar una guardería… Con el tiempo mejoran nuestros puestos de trabajo y nuestra economía. Y después de cinco años, la situación mejoró mucho y pudimos plantearnos ampliar la familia. Y ahora puedo porque por la naturaleza de mi trabajo tengo disponibilidad para atender a mis hijos y atender mis obligaciones profesionales. Es un auténtico privilegio.

Como sociedad tendríamos que mejorar mucho para que tener varios hijos no fuera tan complicado.

Tienes ejemplos como el de Noruega, donde las bajas maternales son de 49 semanas. Tienes permiso retribuido si tu hijo está hospitalizado, se promueve que las mujeres asciendan…, porque no nos engañemos, normalmente es la mujer la que asume la carga familiar en detrimento de su carrera. Y no solo se trata de asegurar una capacidad económica para mantener una familia, también necesitas tener tiempo para cubrir sus necesidades afectivas.

¿Cuenta con ayuda en casa?

Cuento con un poco de ayuda para las tareas domésticas, pero no para el cuidado de los niños. De eso nos ocupamos íntegramente mi marido y yo. Por supuesto, entiendo perfectamente que muchas familias necesiten cuidadores o necesiten una ayuda extra de los abuelos. Pero nosotros nos organizamos así porque nuestro trabajo nos lo permite.

¿Cree que la suya es una vida anacrónica?

No, tengo justo la percepción contraria. Tengo la sensación de que hemos roto las normas, de ser moderna… Por ser precisamente moderna creo que tengo muchos hijos, porque hoy en día lo establecido es tener uno o dos hijos. En España, a partir del cuarto hijo te tratan como si estuvieras loca, como si estuviéramos obligados a cumplir una normativa… Cada cual tiene su ideal de familia y resulta que la mía va en contra de lo que se estila hoy en día.

Entonces considera que tener una familia tan numerosa es algo casi revolucionario.

Claro, es que no es lo habitual. Mira tengo tantas anécdotas…, desde personas que se cruzan conmigo en la caja del supermercado y casi me dan el pésame, hasta personas, sobre todo mayores, que me dicen que es precioso, que es lo más bonito que puedo tener. Y, cuando una persona que cuenta con la experiencia de toda una vida me dice eso, yo pienso: tan mal no lo debo estar haciendo.

Cuando lee los datos de natalidad en España (1,23 hijos por pareja de media), ¿qué piensa?

Por un lado pienso que hay muchas parejas que no desean tener hijos, y me parece superlícito. Pero también pienso que hay un alto porcentaje de familias que desean tener más niños, pero no pueden porque no hay conciliación de la vida familiar y laboral. Tener varios hijos es casi una utopía, y me da muchísima pena. Piensa que para muchas mujeres tener hijos significa poner en riesgo su carrera.

¿Hay algún error que cometiera con sus primeros hijos que ahora sienta que ya ha superado?

Sí, la culpabilidad. A veces es normal que te pongan de los nervios… Pero hay que aprender como madre a no darse con el látigo. También he aprendido a ponerme a su altura y pedirles disculpas. No pasa nada si un padre o madre piden perdón, es algo muy positivo. Además, con el tiempo he aprendido a mantener la calma, porque cuando tú no chillas, ellos no chillan. A mayor crisis, más calma a la hora de afrontarla. Yo no tengo nada que ver con la madre que fui a los 20 años. Ahora me dejo llevar más. Cada vez soy más madre espectadora y menos madre dirigente. Quiero acompañarles en el desarrollo libre de su carácter. Con mis primeros hijos invertía mucho tiempo en llevarlos de punta en blanco. Ahora se visten ellos. A veces van hechos un cuadro, pero están contentos y se sienten autónomos y libres. Esto no tiene que nada que ver con permitirles todo. Pero las normas en casa no deben impedir el libre desarrollo de su creatividad y personalidad.

¿Cómo fue el confinamiento con siete niños y teletrabajando a la vez?

Fue muy intenso. Recibimos un bofetón de positividad de nuestros hijos. Fue más duro para nosotros los adultos. Les intentamos explicar la situación con normalidad y fueron muy conscientes de que debían quedarse en casa. Ellos mismos tiraron mucho de ingenio y hubo que hacer malabares para que todos pudieran acceder a los dispositivos electrónicos para las clases en línea. En general, estuvieron contentos. Solo tuvimos un pequeño gabinete de crisis un día porque a la pequeña de cuatro añitos le entró una llorera desconsolada porque quería bajar al parque. Hicimos piña entre todos para animarla. También coincidió que ahora vivimos en una casa más grande, pero en esa época vivíamos en un piso de 90 metros. No me quejo, porque al menos teníamos balcón, pero los 90 metros para nueve te hacen sentir muy asfixiado.

La tecnología muchas veces es señalada como uno de los grandes enemigos de una infancia feliz.

En contra de lo que pueda parecer, soy una persona que cuando no estoy trabajando no suelo estar con el móvil, soy capaz de desconectar, así que mis hijos no ven en casa una gran adicción en ese sentido. Lo tengo tan interiorizado como una herramienta de trabajo que cuando no trabajo intento evadirme bastante de la tecnología, y hasta mis padres me tienen que reñir por tardar mucho en responder al WhatsApp. No somos intransigentes con los niños y tratamos de que le saquen el lado positivo a la tecnología: juegos educativos, herramientas para estar en contacto con otros amiguitos… Lo que sí hacemos es limitar el tiempo y poner filtros de control parental para que lo que usen sea para su edad.

¿Educa a los niños en igualdad de género?

Mi familia era muy avanzada al respecto, con mis dos padres trabajando fuera de casa desde siempre. Cuando me quedé embarazada de mi cuarto hijo me mudé a Pamplona para ocuparme de los niños y era mi marido el que se encargaba de la economía familiar. Con el tiempo nos deconstruímos y nuestros hijos han visto cómo esto ha cambiado completamente. Ahora mismo Aritz, mi marido, está en excedencia para ocuparse más de los niños, mientras yo me dedico más a trabajar. Digamos que educamos en corresponsabilidad, pero mi marido hace mucho más que yo. Nuestros hijos tienen totalmente naturalizado que sea su padre el que está en excedencia ahora mismo y se ocupe de cocinar, llevarlos al colegio… Creo que el ejemplo es la base de todo y ellos tienen el ejemplo en casa. Respecto a su educación, intentamos que sean absolutamente tolerantes y tenemos charlas para que sean conscientes de que cada uno puede autodeterminarse como así lo sienta. Aunque sean pequeñitos hay que hablar mucho con ellos porque interiorizan mucho más de lo que creemos.

¿Se ve a sí misma en un futuro desconectando de las redes sociales?

Ojalá en algún momento. Lo necesito. Mi salud mental lo necesita. Llevo muchos años sin vacaciones, he viajado aquí y allá, pero no han sido vacaciones. Mi trabajo es la mochila de estar siempre pendiente de publicar algo, de generar un contenido. Esto supone una gran carga mental… Me encantaría trabajar en conocerme más.

Por fin hablamos de salud mental con naturalidad.

Sí, la verdad que me encantaría hacer un trabajo de visibilizar este tipo problemas en redes, pero choca con mis propias debilidades porque no me gusta que me vean mal. No quiero contagiar mis problemas y pienso que bastantes males tiene la gente para que entren a Instagram y yo les cuente mis penas. Pensarán que soy una privilegiada, pero la realidad es que ser privilegiada no significa que no necesites un psiquiatra o un psicólogo. Tener una vida acomodada no te excluye de tener tus inseguridades y enfermedades mentales.

Parece que ha pasado una época difícil…

Sí, he ido acumulando muchas cosas. El nacimiento prematuro de mi hija fue muy duro, el volumen de trabajo que genera mucho estrés, los haters y las críticas, que cuando tú no estás bien te golpean más. Se me juntó todo. Hubo un tema en mi vida que me hizo clic y empecé terapia con una psicóloga. Tenía mi cabeza muy dispersa. Fue cuestión de ordenarlo todo. Sin medicación, pero con muchas charlas, he ido mejorando… Es importante dar ese paso y la verdad es que la comunidad se volcó mucho, aunque todavía hay mucho estigma con las enfermedades mentales.

¿Qué fue lo que produjo ese clic que le hizo dar el paso?

Pues terminé por reventar. Llevaba muchas semanas con ansiedad. Eso me ocasionó trastornos del sueño y al final un día tuve un accidente de coche porque me quedé dormida. Pudo haber sido muy grave porque iban mis hijos detrás. Perdóname, me emociono cada vez que lo recuerdo. [A Verdeliss se le humedecen los ojos].

Afortunadamente fue solo un susto.

Todo el daño fue material. Fue la señal que necesitaba para pedir ayuda.

¿Cómo se encuentra ahora?

Soy una persona con altibajos que ha aprendido a reconocer cuándo debe pedir ayuda. Me cuesta asumir que no puedo con todo.

¿Cómo lleva el auge del odio en las redes sociales?

Te mentiría si te dijera que me resbala todo. Hay comentarios hechos con mucha crueldad. Los haters vienen incluidos cuando te conviertes en un personaje público. Llevo 14 años en redes, al principio trataba de hacer a ese hater reflexionar y le explicaba por qué no debía transmitir tanta crueldad. Luego pasé a no dedicarle tiempo ni contestar. Ahora prefiero que a quien no le guste mi casa no venga. Al final quien te odia lo va a seguir haciendo. Soy una persona tolerante, que agradece mucho una crítica constructiva y aprende de ella. Pero a la dañina es mejor no dedicarle tiempo.

¿Ha sentido presión por su físico?

Pienso que estamos continuamente juzgadas por nuestro físico y categorizadas por nuestros cuerpos. Recibo muchas críticas porque estoy delgada, y la gente se siente con la potestad de hacer comentarios sobre mi cuerpo. Me parece muy desafortunado y nos coloca en un lugar que no merecemos. No somos un trozo de carne. Me llaman saco de huesos, me dicen que me coma un potaje… Qué feo meterse con el cuerpo de una persona que es lo que la sostiene. Mi cuerpo es así. Ha gestado, parido y alimentado a un montón de niños. Me permite moverme con mis piernas, que me llevan a todos los sitios. Hay una regla que me encanta: no le digas nunca a nadie nada que no pueda cambiar en tres segundos. No te quiero ni contar las personas que no tienen un cuerpo normativo lo que tienen que aguantar por supuestamente no ser del agrado de esos haters. Reciben un linchamiento brutal.

Después de haber tenido siete hijos, ¿qué es lo más duro de ser madre?

Cuestionarte como madre. Meterte en la cama por las noches y preguntarte si lo estarás haciendo bien. Luego están las enfermedades. Los problemas de salud de los hijos a los padres se les clavan como puñales. Cuando nació mi hija prematura puede ver cómo nadie nos prepara para eso.

¿Cómo se mantiene un matrimonio vivo cuando hay siete hijos?

Por supuesto, echamos de menos a veces los momentos solos como pareja. Pero en esta vida todo son etapas. A los dos nos encanta la vida familiar y esta dinámica. Nos hace felices ver a los niños jugar en el jardín. Somos conscientes de que llegará un día en el que echaremos mucho de menos todo este barullo. Entonces será el momento de disfrutarnos más nosotros como pareja y haremos esos planes que ahora no podemos hacer. Todo eso llegará. Si vivimos 80 años, esto será solo una etapa.

¿Cree que conseguirá relajarse estas vacaciones?

Bueno son vacaciones solo relativas. Yo nunca dejo de subir contenido. Sería raro de pronto abandonar a mis seguidores con los que he creado tanto vínculo. No podría no dar señales de vida.

Fuente: elpais.com