Otra cara de la moneda: una comunidad mapuche que quiere demostrar que la vía pacífica es el camino

La espera de la Comunidad José María Colpihueque para conseguir un campo a través del Fondo para Tierras y Aguas Indígenas, administrado por la Conadi, lleva más de una década. A pesar del tiempo transcurrido esta sociedad dirigida por mujeres mapuche releva el diálogo, la búsqueda de acuerdos y la negociación como el camino para lograr sus objetivos. Sobresalen en tiempos en que la crispación y la violencia se han apoderado de la IX Región y, cuando más bien, ha proliferado la toma de predios. 

Hacen orfebrería, alfarería, platería en alpaca, trapelacuchas, trarihues, rescatan metahues, y también se dedican a la siembra y la ganadería. El orgullo de la Comunidad José María Colpihueque es la muestra intercultural mapuche que realizan cada año -hasta que los interrumpió la pandemia- y uno de sus sueños es poder tener una ruka grande para compartir su cultura con el resto y además poder desarrollar un circuito de actividades en el que puedan mostrar no solo lo que ellos practican, sino convertirse en una ventana para que otras comunidades indígenas puedan exhibir sus trabajos y generar ingresos a través de la venta de sus productos y del turismo. 

350 hectáreas los separan de esa aspiración. Ese es el tamaño del campo que la comunidad, conformada por 30 familias, aspira conseguir a través del Fondo para Tierras y Aguas Indígenas, administrado por la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena, que es el que permite restituir terreno a comunidades. Cuentan con el Informe Jurídico Administrativo favorable, conocido como “aplicabilidad”, desde el año 2008 y desde entonces esperan pacientemente que la Conadi les otorgue este beneficio. 

Lo que diferencia a la Comunidad José María Colpihueque es que en un ambiente que cada vez se torna más crispado en la Región de La Araucanía; ellas -porque la junta directiva de la agrupación la conforman mayoritariamente mujeres– están convencidas de que es a través del diálogo y la negociación que se logran los objetivos, aunque la espera sea larga. 

“Hay comunidades que son pacíficas, que sí van por el diálogo. Llevamos años en mesas de conversación, de negociación, con las diferentes autoridades de gobierno que han pasado por la Conadi. No nos hemos dado por vencidas. Nosotras no avalamos la toma de predios, andar con violencia, eso no. Debe existir un conducto regular para todo”, afirma Katherinne Colpihueque Acuña, secretaria de la comunidad indígena.

Se trata de un punto en el que insisten tanto ella, como la presidenta de la Comunidad Jose Maria Colpihueque, Marcela Colpihueque Martínez, pese a que hace un mes se enfrentaron a un nuevo obstáculo en su aspiración, con una toma en un fundo colindante, del que tienen el título de merced, y que postularon ante la Conadi para una compra de terreno. 

Si bien la comunidad Antillanca continúa marcando su presencia en el predio, no ha habido disturbios, ni cortes de camino. Además, Colpihueque Acuña explica que en este caso no aplicaría la glosa presente desde hace varios años en la Ley de Presupuesto, según la cual la Conadi no puede comprar predios que estén “perturbados”, es decir marcados o tomados, ya que el área de 350 hectáreas que postularon no está dentro de lo tomado. Sí pertenece a la misma familia, pero no está incluido en lo solicitado a la Conadi. 

“Nosotros estamos en nuestro proceso. No buscamos generar conflicto, si a nosotros nos llegan a comprar el predio vamos a ser vecinos toda la vida. Nos conocemos, y se supone que entre mapuche nos tenemos que ayudar y apoyar porque somos todos de la misma etnia. No puede ser que se generen estos conflictos tan grandes. Obviamente ellos tienen visiones diferentes a la nuestra, pero yo pienso, de forma muy personal, que sí podemos lograr cosas a través del diálogo y haciendo las cosas como corresponden”, insiste la secretaria de la comunidad.

Por varias generaciones

La comunidad se formó en 2006 y en ese entonces eran 13 familias, han ido creciendo, pues quienes eran niños entonces ya son adultos y se han ido sumando por lo que ahora reúnen a 30 familias. Quienes ya no están son los socios fundadores de la asociación, quienes al constituirse ya eran de la tercera edad y de ellos solo queda uno: José María Colpihueque, nieto del líder al cual honran llamándose con su nombre. 

La actual directiva se formó hace ocho años. “Hemos postulado a diferentes proyectos. Cada familia se desarrolla en diferentes áreas: en la orfebrería, alfarería, telares, crianza de animales, agricultura. La barrera es que las familias no tienen dónde desarrollarse porque vivimos en espacios reducidos. Eso nos limita en el sentido de que no podemos avanzar. Hay proyectos, hay muchas cosas a las que uno puede postular, pero no podemos porque necesitamos el campo”, dice Marcela Colpihueque Martínez, presidenta de la comunidad. 

Los proyectos que tienen en marcha ahora los llevan a cabo en el terreno que originalmente tenían sus fundadores, de unas 20 hectáreas -que ya les han quedado chicas-. “El Estado en 2008 reconoció que existe una deuda histórica con nosotros, por algo nos dio la aplicabilidad, y desde ese entonces nosotros hemos estado luchando para poder obtener la compra de tierra. Hemos presentado tres predios anteriormente, pero en ninguna de esas ocasiones fuimos considerados por diferentes barreras: al no haber acuerdo con los vendedores, o porque territorialmente estaban lejos”, apunta Katherinne.

Con la tierra a la que aspiran ahora esos dos problemas están resueltos porque colinda con sus 20 hectáreas originales y la propietaria está dispuesta a vender. “Ella ha visto nuestro trabajo, todos los años hacemos una muestra intercultural mapuche, donde nuestro lema como organización, es ir por el rescate de nuestra cultura. Somos una de las comunidades reconocidas dentro de la comuna, que siempre está participando, que siempre muestra lo positivo, lo bueno de ser mapuche. No todas las comunidades tienen a sus directivas con puras mujeres, o la gran mayoría son mujeres. Nosotros marcamos esa diferencia”, agrega la secretaria de la comunidad.

De concretarse la adquisición del predio confían en poder trabajar las hectáreas en forma asociativa, de acuerdo a grupos familiares, y así conseguir un desarrollo a mayor escala y más producción. “Somos buenas personas, mujeres trabajadoras, si queremos la tierra es para trabajarla, para mostrar a la comunidad algo diferente. La pandemia paralizó nuestras muestras interculturales, pero eso es algo pequeño en comparación con lo que soñamos hacer. Queremos un cambio, que no se vea que la gente recibe tierra para tenerla llena de murra, toda sucia, queremos trabajarla y hacer algo para la comuna”, reitera la dirigente.

El trajín con la Conadi

Las dirigentas de la comunidad cuentan que hace dos semanas tuvieron un encuentro con el director nacional Ignacio Malig, por lo que confían que a mediano plazo podrán lograr su objetivo. Aunque dicen que han tenido que enfrentar varias situaciones “desagradables” con la Corporación. Una de ellas en 2014, cuando pensaron que conseguirían un campo, y luego hicieron aguas sus ilusiones. 

“En Loncoche desde 2010 somos la segunda comunidad priorizada; pero la Conadi no ha respetado los acuerdos y nosotros siempre hemos ido a través del diálogo. Han venido directores, subdirectores, a la comunidad. Hemos estado con senadores, nosotros hemos hecho la tarea como corresponde, pero lamentablemente la Conadi no se ha hecho cargo y no ha respondido”, sostiene Katherinne.

Ahora tienen el compromiso de que en los próximos meses se podría hacer la tasación del predio, “pero tenemos que entender también que no somos nosotros la única comunidad que está con demandas. Aquí en La Araucanía hay un conflicto enorme”. 

Concluye la secretaria: “Sabemos que si nos vamos por el otro lado es perjudicial para nosotros mismos. En Ercilla, Victoria, hay muchas comunidades en toma, tratan de ir por el conducto regular, pero la glosa los limita, les pone una barrera para que no puedan seguir con su proceso porque tienen los terrenos en toma. Nosotras no vamos a andar haciendo desórdenes, desmanes. Nos solidarizamos con su lucha porque son realidades muy diferentes dependiendo de los sectores, porque acá no pasa lo que pasa allá, y justamente queremos evitar eso y mostrar a la comunidad Loncoche y a la región que sí se pueden hacer las cosas de manera pacífica. Eso sin dejar de pedir a las autoridades gubernamentales que se hagan cargo de los compromisos que toman con las comunidades, que no nos pasen a llevar, porque si hacemos las cosas como corresponde, nosotros esperamos algo recíproco”.

Fuente: ellibero.cl