Nadia Comaneci cumple 60 años apartada de la competición: éxito en los negocios, proyectos solidarios y su apoyo a Simone Biles

La niña prodigio de la gimnasia rítmica disfruta en la actualidad de una vida en la que compagina su faceta más familiar con su dedicación a diferentes negocios relacionados con la disciplina que la hizo famosa.

“¿Dónde estarás, en qué aeropuerto, en qué hotel? / ¿Cuántos países habrás conocido yendo a competir? No contestas a mis cartas… / ¿Es cosa tuya o es que no te deja tu entrenador?” se preguntaba Francisco Nixon en Nadia, canción dedicada a la atleta rumana Nadia Comaneci, que hoy cumple 60 años y de la poco se sabe en la actualidad.

Retirada de la competición y el foco mediático desde hace décadas, la deportista rumana hizo historia en las olimpiadas de Montreal 76 con tan solo 14 años. Su ejercicio en barras asimétricas en esos juegos olímpicos estuvo tan bien ejecutado, que los jueces decidieron otorgarle un diez, aunque la nota máxima permitida era un 9.5. La calificación era tan excepcional, que los marcadores no estaban preparados para ella y se limitaron a reflejar un desconcertante 1.00.

Tras participar en Moscú 80 con buenos resultados, Nadia acudió a Los Angeles 84, no como deportista sino como parte de la delegación de Rumanía, uno de los pocos países del bloque soviético que no secundaron el veto a los Juegos olímpicos instado por la URSS contra Estados Unidos. Aunque por entonces era uno de los personajes más populares de su país y tal vez su mejor embajadora en el extranjero, las relaciones de la deportista con las autoridades del gobierno de Nicolás Ceaucescu estaban muy deterioradas. Si bien contaba con comodidades impensables para cualquier otro ciudadano rumano, la deportista sufría en su día a día una férrea vigilancia por parte de la Securitate —la policía secreta de la dictadura— y sus solicitudes para salir del país para atender las invitaciones de instituciones extranjeras eran constantemente denegadas por miedo a una deserción.

La opresión a la que estaba sometida Comaneci hizo que, en más de una ocasión, la deportista diera esquinazo a la policía y permaneciera varios días ilocalizable. Una de las más sonadas fue cuando desapareció diez días del control de las autoridades y solo pudo ser encontrada después de un gran despliegue policial a las órdenes del general Ion Mihai Pacepa, responsable de la policía secreta. Cuando Pacepa informó del resultado del operativo a Ceaucescu, hizo especial hincapié en que, durante el tiempo que estuvo huida, la atleta había engordado varios kilos, detalle que, en su situación de deportista favorita del régimen, era todo un desafío a las autoridades.

En 1989, Comaneci consiguió cruzar la frontera y llegar a Hungría, escala previa para viajar a Estados Unidos, país en el que ya estaba exiliado Bela Karoly, su antiguo entrenador. Convencidos de que la pareja podría obtener todavía grandes éxitos deportivos, la Federación de Gimnasia de los Estados Unidos quiso que volvieran a trabajar juntos. No obstante, Comaneci fue tajante: “no quiero tener nada que ver con mi ex entrenador”. Aunque la deportista nunca dio demasiados detalles al respecto y siempre se ha mostrado en público agradecida a Karoly por todo lo que le ha ayudado, el escritor rumano Stejarel Olaru reveló en su libro Nadia y la Securitate, publicado en 2011, los malos tratos a los que ella y sus compañeras eran sometidas por Karely, que no dudaba en abofetearlas o golpearlas hasta hacerlas sangrar cuando cometían un fallo en los entrenamientos.

Medalla de oro en capitalismo

En Estados Unidos, Nadia disfrutó de muchas de esas cosas que no había en Rumanía. Por ejemplo, la sociedad de consumo y sus herramientas publicitarias. De esta forma, Comaneci anunció diferentes productos, como la marca de ropa interior para mujeres Jockey, que colocó una gigantesca valla con su imagen en Times Square.

La campaña fue presentada por todo lo alto en una rueda de prensa en el Marriott Marquis Hotel de Nueva York. Durante el acto, Nadia realizó una exhibición sobre la barra fija y declaró acerca de su nuevo trabajo: “si tuviera que llamar a mi madre le diría que tengo que darle dos noticias: una buena y otra mala. La buena es que voy a estar en Times Square. La mala es que aparezco sin ropa. Creo que se moriría”.

Durante esos primeros años en occidente, no era inusual que Nadia realizara exhibiciones de gimnasia como las del Marriot para ganarse la vida. Durante las Olimpiadas de Barcelona, por ejemplo, la deportista fue contratada por la compañía de cruceros Seabourn Spirit para realizar acrobacias ante sus clientes más selectos en un buque anclado en el puerto de la ciudad condal. Para entonces, Comaneci había retomado la amistad con Bart Conner, gimnasta del equipo olímpico de Estados Unidos, que había coincidido con ella en los Juegos de Los Ángeles 84.

Una vez retirado, Conner había montado su propio gimnasio en Oklahoma y, a principios de los noventa, le propuso a Nadia incorporarse al centro como preparadora y reclamo para captar nuevos alumnos. Esa colaboración laboral cimentada en una amistad previa, acabó transformándose en una relación sentimental. “Es una persona compleja. Siempre ha sido un misterio para mí, y creo que eso es parte de la atracción”, declaró Conner en una entrevista a la pareja en The New York Times, a lo que Nadia respondía: “soy una persona muy normal. Soy feliz, me río, hago bromas… Supongo que soy como cualquier otra persona. Mi marido me califica de misteriosa, que es una palabra muy interesante. Dice que soy misteriosa porque la gente cree que me conoce y no es así. Él sólo sabe lo que necesita saber y sabe lo suficiente”.

Después de varios años de noviazgo, en 1996  Nadia Comaneci y Bart Conner se casaron en Rumanía, país en el que sigue siendo una heroína nacional y al que la atleta viaja con frecuencia para visitar a su familia y participar en la gestión de un hospital y una fundación que llevan su nombre. Diez años después de la boda, cuando la deportista tenía ya 44 años, nació su hijo Dylan y, en la actualidad, la pareja compagina su vida familiar con sus prósperos negocios.

Además de su propia página web en la que informan de sus actividades, Conner y Comaneci siguen regentando su gimnasio, comercializan una línea de productos y equipaciones para practicar gimnasia, gestionan Perfect 10 Productions, Inc. —su propia productora audiovisual especializada en eventos deportivos—, participan como comentaristas en retransmisiones televisivas y publican la prestigiosa revista International Gymnast Magazine.

A pesar de sus recién estrenados 60 años, Nadia continúa entrenando todos los días al menos una hora, independientemente del lugar del mundo en el que se encuentre en ese momento. Asimismo, cuida su dieta y, además de los negocios conjuntos con Conner, desarrolla una labor profesional propia, lo que le ha permitido disponer de una fortuna estimada en diez millones de dólares (alrededor de ocho millones y medio de euros). Entre otras cosas, Comaneci colabora con organizaciones como la Fundación Laureus, las Olimpiadas Especiales para atletas con diversidad funcional, la Asociación contra la Distrofia Muscular y el International Gymnastics Hall of Fame, al tiempo que imparte charlas motivacionales en empresas como Coca-Cola, Visa o Xerox. En ellas, la deportista anima a los participantes, especialmente a las mujeres, a que persigan sus sueños y que no los abandonen por muy complicado que sea el camino hasta conseguirlos.

Una de las últimas apariciones mediáticas protagonizadas por Nadia Comaneci fue para dar su apoyo a Simone Biles cuando la atleta estadounidense decidió abandonar los recientes juegos olímpico de Tokio por motivos de salud emocional, un tema al que la atleta rumana presta especial atención. En sus charlas con deportistas más jóvenes les aconseja, por ejemplo, que intenten conseguir “un poco de oro” todos los días en lugar de ponerse metas inalcanzables o demasiado exigentes: “tienen que ver qué pueden hacer mañana mejor que hoy, en lugar de atesorar toda esa energía para un gran campeonato”. Viniendo de una mujer que consiguió nada menos que cinco oros olímpicos y siete dieces bajo la presión que suponía ser el emblema del comunismo rumano, parece un consejo bastante sensato.

Fuente: revistavanityfair.es